A ciegas: Intenta catar a ciegas. Que no te influyan las etiquetas y precios, te ayudará a estar más abierto de mente y te permitirá dejarte llevar por las sensaciones. Cierra los ojos, huele, saborea y disfruta.
Varias copas: Prepara una copa diferente para cada vino, de esta forma no mezclamos sabores y no permanece “el recuerdo” del vino anterior.
Fase visual: Antes de probarlo, observar los colores nos hablará mucho de la uva: pálidos, amarillo pajizo, dorados…
Sostener la copa: Sujetar la copa por la zona del tallo o la base para evitar calentar el vino con nuestras manos. Haz girar la copa suavemente, con este ligero movimiento observaremos por un lado cómo caen las “lágrimas” de vino, a menor velocidad de caída, mayor densidad, por lo tanto, más graduación alcohólica. Y por otro, cómo salen los aromas al oxigenar el vino.
Fase olfativa. El olfato tiene una capacidad sensorial superior a cualquier otro sentido, incluido el gusto. El vino se huele tanto a copa parada como a copa agitada, ya que en ambos casos afloran olores y sensaciones diferentes: florales, espaciados, frutales, vegetales, balsámicos, químicos…
Fase gustativa: En esta fase encontramos muchas características que harán de nuestro vino, un vino único: la temperatura, la textura, la persistencia en boca una vez lo hemos ingerido, el equilibrio entre dulzura y acidez…